COMBATIENTE REVIVE FASCINACIÓN, DUREZA Y AMISTAD INMORTAL DE VIDA GUERRILLERA
POR NELSON SANDOVAL
Santiago de Chile, (EFE).- La fascinación, la dureza y la amistad más allá de la muerte inherentes a la vida guerrillera son retratadas con una fidelidad sin adornos en un libro autobiográfico que un combatiente chileno presenta hoy en Santiago de Chile.
El Museo de la Memoria es hoy el escenario para el lanzamiento de "Todos los días de la vida. Recuerdos de un militante del MIR chileno" (editorial Cuarto Propio), en el que Enérico García Concha (Santiago, 1951) revive una trayectoria revolucionaria que inició en la adolescencia y acabó en la madurez.
Una trayectoria que lo hace conocer la prisión a los 18 años y lo ubica antes de los 20 como miembro de la seguridad del fallecido presidente chileno Salvador Allende y, a poco andar, responsable de la seguridad de los máximos dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Una andadura que lo mantuvo cercano a Miguel Enríquez, caído en combate en octubre de 1974, fundador y máximo referente de esta agrupación que buscaba la reivindicación "de los pobres del campo y la ciudad".
Una organización que, siendo pequeña (grupúsculo, le llamaba la izquierda tradicional), aportó más de la mitad de los 2.300 ejecutados durante la dictadura de Pinochet y más de 500 de los 1.192 detenidos desaparecidos en Chile en ese período (1973-1990).
García cuenta sin adornos su bautismo de fuego el mismo 11 de septiembre de 1973, día del golpe militar encabezado por Augusto Pinochet, el peso de la represión, las acciones armadas contra la dictadura, la vida clandestina, la relación entre compañeros y la obra destructora de algunos débiles o traidores.
También el libro aborda la camaradería, la entrega y desprendimiento de los militantes, que se movían por ciudades y campos en precarias condiciones, siempre expuestos y atrapados entre sus propias fortalezas y debilidades.
Una camaradería que García Concha personifica en Mario Superby Jeldres, de su misma edad, caído pocos meses después del golpe en el sur de Chile, que no aparece en ningún informe sobre violaciones a los derechos humanos, aunque fue ejecutado.
El 12 de abril de 2006, frente a la tumba de su amigo, que ese día habría cumplido años, García le dice a la madre de Superby, asombrada de que su hijo no esté olvidado, que lo recuerda "todos los días de la vida".
El autor, que vivió también el exilio y ejerció múltiples oficios, como chef en Francia, jefe de producción en Cuba, director de personal de una empresa de transportes y administrador de un club aéreo en Chile, reflexiona sobre una generación que hizo del sacrificio su rutina y, sin regates, como dice el texto, interroga a su pasado con los ojos abiertos.
Los supervivientes del grupo, hoy diseminados en diversos partidos políticos, referentes sociales, sindicatos y otras organizaciones, han dado lugar a que los expertos encuentren sus huellas en todas ellas y hablen de la existencia de una "cultura MIR", muchas de cuyas raíces son posibles de encontrar en este libro.
En tanto, sigue el debate sobre el real peso histórico del MIR y lo que han sido o son sus integrantes: "¿Héroes, altruistas, idealistas, ingenuos?", se preguntaba hace un tiempo la periodista Gladys Díaz, histórica figura del MIR, durante la inauguración de un monumento a la memoria de los caídos del movimiento.
"Nadie les puede quitar a nuestros hermanos desaparecidos y asesinados la memoria de lo que fueron y a ellos y a nosotros mismos nada ni nadie nos puede quitar el inmenso orgullo de haber sido los revolucionarios de nuestro tiempo, forjadores del futuro, de sueños inconclusos que aún esperan ser retomados por las nuevas generaciones", concluía Díaz.
La sentencia, en una diversidad de claves, subyace en cada una de las páginas del libro de García Concha.